miércoles, 2 de marzo de 2011

PARECIDOS

Un científico de Massachussets ha descubierto que los humanos nos parecemos más a la mosca de la fruta que a los monos. ¡Toda la vida sospechando del enorme parecido que guardamos con los simios para acabar emparentándonos con esos pequeños seres alados que se sienten atraídos por los alimentos en descomposición!
Sin embargo, si uno ve “La noria” y reflexiona acerca del éxito alcanzado por ese programa televisivo acabará por extraer las mismas conclusiones que el chiflado norteamericano y sin necesidad de gastar 78 millones de dólares.
Los periodistas y los espectadores que promueven el éxito del programa explotan situaciones humanas en las que anida la podredumbre, la traición, la mentira, el acoso, el maltrato y la venta del alma por dinero. Toda la carroña precisa para alimentar el morbo de la gente de lo común, deseosa de ver como los ricos también lloran, cómo siempre hay alguien a tiro dispuesto a arrastrarse por dinero y como la desgracia y la fortuna hacen cola para llamar a la misma puerta.
Siempre existió la prensa rosa; lo que han cambiado son las motivaciones y, a su vez, los contenidos. Durante la dictadura franquista y todavía en la década de los ochenta en las revistas se buscaba transportarse durante un par de horas a un mundo de ensueño, desde el que la gente famosa nos mostraba sus lujosas mansiones, sus secretos para estar siempre guapos o sus caminos de trabajo para llegar al estrellato.
Pero con la liberación del mercado y la extensión de las concesiones radiofónicas y televisivas los medios traspasaron la línea de la ética en la guerra por las audiencias y las cotas de mercado retroalimentando a una sociedad que día a día estaba dispuesta a digerir más mierda y a pedir una vuelta más de tuerca. Las últimas fusiones han concentrado la orientación monolítica de las cadenas, resultando un panorama casi exclusivo compuesto por los mal llamados programas rosa y películas americanas producidas al gusto televisivo ¿? infumables, bien se trate de comedias políticamente correctas que pretenden contentar al ciudadano con su vida mediocre bien de pistolerismo a razón de más de setenta disparos de media por capítulo.
Esos supuestos programas del corazón dan cancha a una calaña de ruines que se autodenominan periodistas y cuyo mayor mérito es el de acosar, insultar, difamar y tener la suerte de ir a los tribunales para que, judicializando según un plan previsto, se mantenga vivo el interés del espectador. Como no hay personaje que no acuse el desgaste, la carroña “periodística de investigación” busca e inventa nuevos personajes extraídos de programas subsidiarios, cuales son los concursos de habilidades varias, de penalidades en una isla paradisíaca o de concupiscencia, indolencia y hastío, veinticuatro horas al día, para una audiencia interesada en que tal va de vientre el nominado.
¡Igualito que las moscas de la fruta!

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