viernes, 8 de julio de 2011

LOS LAMENTOS PEDIGÜEÑOS DE ESPERANZA AGUIRRE

O sobre el trato diferencial a CC.AA. y Ayuntamientos

La Sra. Aguirre dice que no tiene un puto duro -palabras textuales- para invertir en la Comunidad de Madrid, la locomotora de la economía española según sus propias estimaciones. Lo cierto es que con una recaudación formidable fruto de un esquema centralista de las grandes empresas con la actividad productiva en la periferia y también de un modelo de asentamiento en concentración, el panorama potencial apuntaría a una capacidad de financiación preparada incluso para los períodos de crisis más agudos. Pero las rivalidades políticas, la cosa pública entendida como pretexto para la lucha por el poder y la deslealtad institucional en medio de un escenario de nulas sinergias entre Comunidad Autónoma y Ayuntamiento, todo ello ha llevado a la Sra. Aguirre a construir puentes allí donde no hay río, como hizo Fabra con el aeropuerto de Castellón, inédito y dedicado a pista de juegos recreativos los días festivos.
Aguirre y Gallardón se pasan por el arco del triunfo las directivas sobre porcentajes máximos de endeudamiento y recortan gastos sociales antes que posponer grandes obras, que no por precisas dejan de ser aplazables. Una operación para extirpar un cáncer no lo es, como tampoco lo son las ayudas a la dependencia o a la escolarización universal en todas las etapas educativas, también en la 0-3. Pero Aguirre y Gallardón cuentan con los votos de la población que no sufre la exclusión social.
Mientras CC.AA. y grandes ayuntamientos ponen en peligro a la caja común del Estado, a los ayuntamientos pequeños se les transfiere apenas el 50% del coste en servicios que soportan y, en muchos casos, bastante menos de lo que les correspondería por capacidad recaudatoria y generadora de ingresos. En esta España pagan justos por pecadores, y asistimos a la paradoja de ayuntamientos que hacen los deberes con su economía doméstica y sin embargo ven cortado el grifo de la financiación mientras los Madriles y las Valaencias consiguen moratorias en virtud de su peso político. Y aun encima tenemos que aguantar el diagnóstico de la chulapa: “No tenemos ni un puto duro”. Con razón ya se había lamentado la tal Esperanza de que con los tres mil quinientos euros mensuales netos que cobraba -dietas aparte- no llegaba a fin de mes. Por eso de marido acudió en ayuda de la economía familiar, solidario, a partir de una decisión de Aznar de variar el traxado del AVE que trajo consigo la recalificación para unos cientos de hectáreas de la familia Aguirre, que pasaron de eriales aislados, en tierra de nadie, a ser terrenos edificables en zona estratégica.

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