jueves, 22 de abril de 2010

La dimisión de los políticos

Ante el afloramiento masivo de casos de corrupción en el seno de la clase política se ha instalado el argumento entre los dirigentes de los partidos de que Fulanito o Menganito ya no pertenecen a la Formación. Jaume Matas dimitió quince minutos antes de comparecer ante el juez. El señor Arenas ponía hace quince días la mano en el fuego apoyando la “impecable” gestión de Bárcenas, incluso después de conocer su papel de intermediario en las prácticas mafiosas de Gürtel, al tiempo que la Sra. de Cospedal sostenía su convencimiento de que el tesorero del PP debía seguir ocupando su escaño en el Senado. ¿? En la empresa privada, si alguien es descubierto metiendo la mano en la caja es despedido en el acto y denunciado penalmente. En la clase política, es defendido por sus compañeros de partido hasta que el rechazo social y la publicidad de los logros policiales aconsejan lo contrario.
Pero aun en ese momento, en lugar de entonar el mea culpa, a los dirigentes les queda el recurso ya extendido y manido de argumentar: “miren ustedes, el señor o la señora fulanita ya no forman parte de nuestro partido”, para añadir a continuación: “los tiempos con los que hemos actuado en este caso han sido impecables”. Como si eso exonerara a los partidos de su responsabilidad mientras desde sus cargos se llenaban los bolsillos sus correligionarios y alimentaban de paso las arcas en las campañas que les hacían ganar elecciones. La patada de cara a la galería del señor Fraga a Crespo no le exculpa de negligencia ¿? en los mecanismos de control de una maquinaria que ayudó a perpetuarle en el poder.
La subversión de los valores y el difumine de la responsabilidad entre los dirigentes animan a la señora Aguirre a presumir de que ella es una campeona en limpiar de ladrones sus cuadros de gestión y no a preguntarse por qué ostenta el record de casos de corrupción en el mapa de las Administraciones autonómicas.
Para limpiar la imagen de la clase política no basta con que sus dirigentes se destaquen en actuaciones a posteriori, por muy ejemplarizantes que parezcan. Es preciso que se destaquen en prácticas cotidianas higiénicas, preventivas, apriorísticas... en desarrollar un campo de actuación limpio y de transparencia, donde los procedimientos de contratación, las cuentas, las relaciones con los proveedores sean visibles y sujetos a mecanismos de control. Y cuando, a pesar de estos, se urden negocios ilícitos, la sociedad precisa, para no caer en el odio y en el axioma “tonto el último”, que los delincuentes paguen no sólo con la cárcel sino además con sus bienes siempre y cuando no puedan demostrar por qué medios lícitos han llegado a poseerlos.
Roldán, Bárcenas, Rafael Vera, Jaume Matas, Fabra... ninguno sabe nada de paraísos fiscales. No les tembló la mano para ir a la hucha de los huérfanos, o para inflar las facturas desde la convicción de estar viviendo en una esfera intocable, o para recibir compensaciones astronómicas por sus tratos de favor. Y mientras sus jefes les reían las gracias sin querer saber de donde salía el dinero para pagar el pulpo y los autobuses de los electores, ellos engordaban cuentas en las islas Caimán, en Suiza, en Gibraltar... Ahora no recuerdan el rastro del dinero, pero todos sabemos que un sueldo de funcionario, ni en la escala más alta, no da para comprar un hotel, un palacete, pisos en Madrid, París y Londres, colecciones de obras de arte o coches de cien mil euros. La reforma de la Justicia debe atender a la sensibilidad y los valores que alimentan a la mayoría dentro de las normas de juego: ¡Qué se confisquen los bienes suntuarios y que los corruptos vivan con lo imprescindible y elemental, que ya no es poco!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario