miércoles, 21 de abril de 2010

PATRIOTISMO DE HOJALATA

Los intereses de los gallegos no han estado suficientemente representados en el Reino ni en el Estado históricamente, incluso por tradición. Ni con los Borbones ni, mucho menos, durante la época en que un militar ferrolano mandaba en el país. Los nobles precursores que excepcionalmente habían osado enfrentarse a la Corte de Madrid representando reivindicaciones regionalistas fueron encarcelados y despojados de sus privilegios.
En este siglo XXI, ya instalados en una economía globalizada, los sistemas de producción de gran dimensión dentro del Estado son protegidos por sus respectivos gobiernos desde una interpretación de las leyes de mercado bordeando los límites de la legalidad. Paradigmáticas son las prácticas arancelarias disfrazadas que imponen a la tentación invasiva desde otras economías en regiones agrícolas francesas y del norte de Italia, o en la Baja Sajonia, Austria, Cataluña... Las economías punteras se blindan en la medida de lo posible frente a los movimientos absorbentes y especulativos de grandes flujos de capital, inspirados por la filosofía de competir prioritariamente por precios a costa de la reducción de salarios y demás costes estructurales. En las regiones europeas con mayor nivel de vida el control del valor añadido de la producción local es autóctono y las plusvalías repercuten en la sociedad que las genera.
La Galicia del postfraguismo, superando la práctica política del inmovilismo, está menos centrada en engordar las economías domésticas de los anacrónicos barones provinciales que perpetuaban su status y el de su organización de poder por medio de prácticas nepotistas que lastraban gravemente las disposición de fondos para incentivar la modernización del país, que mostraba por un lado signos de dinamismo empresarial y por otro la parálisis castrante de un gobierno que obstaculizaba el despegue económico. La venta, subvencionada por Fraga, de empresas lácteas gallegas a capitales foráneos fue respondida por estos mediante prácticas de tiburones que hicieron desaparecer miles de explotaciones.
Con los gobiernos subsiguientes de Touriño-Quintana y Feijóo parece haberse iniciado la senda de la puesta en valor de las aportaciones gallegas a la generación de riqueza en el Estado. Se han implantado tasas –tímidamente- sobre la producción industrial y de materias primas que compensan un tanto al erario público la puesta a disposición de empresas con balances muy positivos de recursos y patrimonio de todos los gallegos. Se está apoyando la consolidación de clusters a partir de los cuales generar mayores oportunidades y fortalezas sectoriales, alimentando sinergias de intereses para que empresas gallegas mejor dimensionadas puedan competir en los mercados internacionales sin perder su naturaleza autóctona.
El caso de Fenosa ya representa el pasado. Pero no así el de las Cajas de Ahorro, que todavía están en la tesitura de unir su mayor activo, el ahorro de los gallegos, para reinvertirlo y apoyar la generación de planes operativos y creación de empleo dentro del país, optimizando su tamaño, ponderando sus costes de mantenimiento, explotación e inversión, y, en suma, revertiendo los beneficios en la sociedad que los alimenta. A esto Blanco le llama Patriotismo de Hojalata y Caballero dirigismo oportunista del Norte de Galicia. Sin embargo la mayoría de los gallegos lo consideramos de sentido común y como una razón de justicia.
No debemos perder otra oportunidad de administrar nuestros propios recursos cediendo a los argumentos de los verdaderos nacionalistas excluyentes, que encarnando un centralismo recalcitrante presumen de ser el motor de España por el hecho de dar cobijo a las gerencias y las sedes administrativas –donde se cobran los mayores sueldos de las empresas- de los motores productivos periféricos de materias primas y energía. Un gallego, otra vez un gallego, Blanco, llama patriotismo de hojalata a esa lícita defensa que preconizamos del derecho a administrar el fruto de nuestro trabajo, sin desprecio por el de los demás en el entorno del Estado, desde una óptica de ciudadanos del mundo, bondadosos pero no bobos.

4 comentarios:

  1. Artículo acertadísimo, enhorabuena

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  2. Non, si os galegos os peores, que ansias de frear a iniciativa de desenrolo económico, cultural, lingüístico, a lástima e q "representan" os intereses do noso pais que en nada se corresponden ca realidade ... ademáis eiquí o franquismo deixou un sinal moi fondo que non so perdura no recordo, tamén lle deixou á xente un medo terrible a "sair da esquina", e eso que emigramos e exo nos tería que facer máis abertos a aprender doutros pobos, pero a pechados non nos gana naide... e así non medraremos xamáis. FELICIDADES SANTI

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  3. cambio na mentalidade do galego, xente que loite por intereses comunes de todos. Cambio para Galicia e alternativas de progreso.
    Moi bo Casal

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  4. Me hace mucha gracia los gallegos que se sienten gallegos sq saben comer Marijco cuando vienen a galicia.........

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