jueves, 6 de mayo de 2010

LA FRUSTRACIÓN DEL REFORZAMIENTO IDEOLÓGICO EN LOS AYUNTAMIENTOS INDEPENDIENTES

Desde que Ortega había insistido en la, siempre por hacer, necesidad de vertebrar España, la clase política y la sociedad al rebufo vienen a darle la razón al filósofo en su pesimismo razonado. Ni siquiera una guerra fratricida y una represión cruel que dejó una herida cerrada en falso fueron experiencias suficientemente demoledoras como para intentar rechazar la violencia en la resolución de conflictos con perspectiva mental y educación en la democracia.
Así, los partidos con opciones de gobierno en el Estado encarnan ese enconamiento del ansia por mandar que comporta una falta de entendimiento de oficio, como un ejercicio de anteposición siempre de los intereses partidistas por encima de los del país. El papel de la oposición, lejos del supuesto de ofrecer propuestas alternativas, se centra en desear que fracase la formación que gobierna, cuya función, por su parte, es la de minusvalorar la demanda de los espectros políticos sin posibilidad de acceso a la toma de decisiones.
La práctica sistemática del odio conduce a situaciones tan esperpénticas como que el presidente del Gobierno y el líder de la Oposición, que representan juntos a más de veinte millones de votantes, sólo se reúnan una vez cada año y medio y en situaciones de excepcionalidad extrema. Una vez acabada la reunión, como las beatas al salir de la misa, calientan con la misma semilla del odio las mentes de los ciudadanos que querrían salir de la crisis económica y de valores de un modo nunca traumático. Esa práctica premeditada del odio al divergente con fines electoralistas y de abordaje del poder se traslada, a escala, a las varias docenas de municipios de todo el Estado donde vienen gobernando partidos independientes, con un pequeño respaldo demográfico, en contextos locales. En esos casos, los alcaldes y equipos de gobierno concentran sobre ellos todo el odio y la maquinaria de destrucción en poder de los grandes partidos, poseedores de medios económicos con los que movilizar la propaganda para enconar y enfrentar a los vecinos, y para sembrar el odio e instrumentar la falta de entendimiento como una estrategia apriorística, evitando el diálogo político y la utilización de la negociación, y haciendo uso prepotente de su titularidad como elementos de autoridad supramunicipal para estrangular el flujo de inversiones en esos ayuntamientos que aspiran también a gobernar. Cuando en la transición habían nacido esas Galias pequeñas, esas alternativas de gobierno de progreso independientes de la bicefalia invertebrada -no confundir con las propuestas surgidas de los tránsfugas con deseos de hacer camino alejados de la loba que los amamantó-, a muchos vecinos les pareció importante enlazar la ideología plural de esas formaciones con opciones políticas de izquierda, intentando insuflar desde el sosiego la necesidad de un rearme de las ideas cercano a postulados del socialismo ortodoxo, en cierto modo utópico, que asegurase el mantenimiento de los servicios sociales y de los fondos de solidaridad incluso en los momentos de vacas flacas, aunque para ello fuese preciso posponer actuaciones más llamativas pero de menor impacto en la calidad de vida.
Pero la apuesta por ese rearme ideológico por la izquierda nunca cuajó. Los partidos supramunicipales que reivindicaban el socialismo en el enfrentamiento en instancias del arco parlamentario como un instrumento de diferenciación de cara al electorado perdieron todas sus señales de identidad en la dimensión geográfica y electoral de los municipios, donde dar apoyo ideológico a alcaldes independientes supondría para esas formaciones la asunción de demorar o relativizar la necesidad de su presentación como alternativa de gobierno. Y eso es mucho pedir para una clase de “utópicos” que, en realidad, tienen hambre de mandar, si es preciso entrando en el juego viejo de las oligarquías, calentando los ánimos de las gentes de bien, y mostrando con sus actitudes de levantar confrontaciones incluso donde puede haber coincidencias que no están en la política por vocación de entrega a los ideales sino para hacer carrera.
El estado de ánimo actual en las formaciones independientes que gobiernan en varias docenas de ayuntamientos del Estado es de un cierto desencanto y, por reacción, se acentúa el cierre de filas en torno a la pura defensa de los intereses vecinales, en el día a día, sin preocuparse mucho de encuadrarlo ideológicamente. Entretanto, el tiempo va pasando, y con ello, se profundiza en la desideologización de la España invertebrada

1 comentario:

  1. De acuerdo contigo. Es terrible que el fracaso en la gestion de los problemas que nos aquejan a todos, sean pequeñas victorias para los que quieren acceder al poder...

    Lo que mas preocupa es que la gente que los apoya no parece darse cuenta de esto, o si? Hasta que punto se sigue a los lideres politicos solo por las palabras, ignorando los hechos?

    El mal de nuestra epoca es confundir los simbolos con las palabras, se presta mas atencion y se da por cierto a lo que las palabras dicen y se ignoran los hechos...

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